Campos magnéticos y llamadas telefónicas
Hoy tenemos unas cuantas conversaciones, sintetizadores analógicos, un puñado de capturas de películas y otra ración de nuggets.
Una declaración de amor a la cacharrería analógica
Una de las cosas que más me gusta ver en una película es equipos de audio analógicos. Me da igual que sea John Hurt haciendo música experimental en ‘El Grito’ de Jerzy Skolimowski; Gene Hackman espiando a una pareja como en ‘La Conversación’ de Coppola; John Travolta grabando sonidos de campo en ‘Blow Out’ de Brian de Palma; un profesor enseñando a apreciar la música clásica en ‘Inferno’ de Dario Argento; o Mick Jagger con su juego de espejos en ‘Performance’ de Nicola Roeg.
Una canción de, no te asustes, 20 minutos
Es una canción preciosa, quizá no es una canción en una sentido muy estricto, o al menos no una canción pop. Requiere atención, eso tan valioso hoy. Es larga, 18 minutos y 36 segundos. ¿De dónde saca uno 20 minutos para escuchar una canción? Pienso mucho en esto, y no quiero que suene a la mindfulness del demonio, aunque supongo que algo hay, porque al final uno siempre acaba haciendo cosas en paralelo, en segundo plano. Escucho podcasts mientras friego los cacharros y cocino, música mientras leo, intento dejar el móvil bien lejos mientras veo una película en casa, pero a veces caigo y algo miro. Las conversaciones entre Ruth Anderson y Annea Lockwood que recoge la canción transmiten una intimidad que hace sentir hasta un poco de pudor, aunque es un gusto escuchar sus ataques de risas y la ternura en sus saludos.
Ergot Records acaba de publicar ‘Tête-à-tête’, que recoge grabaciones de 1973 y 1974 y en la nota de prensa cuentan todo esto bien:
“…while Ruth was living in Hancock, New Hampshire, the couple would speak daily by phone in between visits. Ruth recorded these phone calls and, in 1974, surprised Annea with a cassette containing “Conversations,” a private piece she composed by dexterously collaging fragments of their conversations alongside slowed and throwed snatches of old popular songs: “Yes Sir, That’s My Baby”; “Oh, You Beautiful Doll”; and “Bill Bailey.” The centerpiece of Tête-à-tête, this side of intimate musique concrète extends to its listeners a rare invitation to eavesdrop on the halcyon phenomenon of two people falling in love”.
Otra NBA es posible, una liga de Madriz, y un par de deadheads
Se acabo la temporada de la NBA. Ganaron los Denver Nuggets, de cuyas mascotas y logos ya hablé por aquí. Ganó Nikola Jokic, que seguro que tiene sus cosas, pero sus declaraciones son para enmarcarlas:
El otro día salió este artículo en el Salto, sobre una liga cooperativa, abierta y mixta de baloncesto en Madrid, que se declara política, con bases anticapitalistas, feministas y antirracistas que me ha parecido muy interesante. Me permitirán hacer spoiler de una cosa tonta, pero que me ha hecho gracia: uno de los equipos se llama… Denme Nuggets. Siempre a favor del juego de palabras malo.
Me he acordado de un disco que me compré en un viaje. Se llama ‘Blazermania’, y es la narración del partido que hizo ganar a los Portland Trail Blazers su único título. Era el año 1977, y jugaban contra los Philadelphia 76ers de Julius Erving. El mejor jugador de Portland era Bill Walton, que sería MVP al año siguiente. Después de eso no tendría buena suerte con las lesiones, aunque en el ‘86 ganó otro título con los Boston Celtics, haciendo pareja con Larry Bird. Bill Walton siempre ha caído muy bien en esta casa. Por deadhead, por aesthetics (esta semana he aprendido este término y lo estoy metiendo con calzador como el boomer que soy), y por rara avis posicionándose políticamente a la izquierda, dentro de lo que es Estados Unidos, claro. En una entrevista decía que había visto 854 veces al grupo de Jerry Garcia. Se cuenta que el bueno de Bill Walton se llevo en 1985 a sus compañeros de equipo: Larry Bird, Kevin McHale, Rick Carlisle y Robert Parrish a ver a los Grateful Dead en Worcester, Massachusets. Tengo dudas con eso del afterwork como concepto, pero en este caso bien. También intentó que Danny Ainge apreciara a los Dead, pero no lo consiguió porque “wasn’t feeling it”. Con los años se ha visto que de Ainge no se podía uno fiar.
Y vuelta a Colorado para cerrar el círculo deadhead. A Bill Walton y Mike Malone, entrenador actual de los Nuggets, les unen varias cosas: unos niveles de melanina bajos, tienen, al menos, un anillo de campeón de la NBA, y ambos son fans de Grateful Dead. La de arriba es la foto que el grupo californiano compartió en redes para felicitar al técnico de Denver.
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