Obreros especializados y coleccionables
Hoy en esta carta de noticias, aunque pueda parecerlo, no voy a hablar de Aviador Dro, pero sí de: capturadores de fotogramas de películas, portadas de jazz y el paso del tiempo en Texas.
Tres cuentas de Instagram especializadas
Empecé a hacer esta newsletter porque estaba un poco harto de Instagram. Sigo estándolo, que conste, pero eso no quita para que haya cuentas que hacen el bien, llevadas por gente con ideas y buen gusto, o al menos uno afín al mío. Cuanto más específicas y más nicho, mejor. Hoy traigo tres, todas relacionados con el cine. No se sorprendan si de esto hay una segunda parte.
Bulllet Park: Puede que mi favorito. Las capturas de Bullet Park, en los que de la ecuación nos hemos librado de las personas, crean como él mismo dice: “un espacio no solo físico, psicológico”. La acumulación de fotogramas y el perderse entre ellas me hace replantearme las películas que he visto e imaginarme como serán las que no conozco a partir de un fotograma. Me hace pensar en J. G. Ballard, y en sus paisajes mentales, pero también en las portadas de algunos discos de Jandek; o en una canción de North Americans llamada “Think of me as a place”. Bullet Park era además la mitad del podcast Vigilante, y eso es toda una garantía de calidad.
cartasdeunasesino: Ni idea de quién está detrás de esto y, por coherencia, así debe ser. Antes de saber lo que era el punk, o tener idea de quién era Jamie Reid (¿te suena todo esto?), ya me fascinaban las cartas anónimas compuestas con recortes de revistas. Esta cuenta se dedica a recopilar fotogramas de cartas y notas, unas a mano y otras con recorta y pega. Precioso.
Nightgowns in Cinema. Poco que explicar. Nada como un buen camisón para hacernos pensar en el glamour del viejo Hollywood, y eso en 2023 son los ‘30, los ‘40, los ‘50 pero también los ‘60, los ‘70 y, si me apuran los ‘80 del siglo pasado. Ya solo en la captura de las capturas, que ilustra esto, de un vistazo tienes a Katharine Hepburn, a Sharon Tate o a Catherine Deneuve. ¿Qué más quieres?
Coleccionables de jazz contra la especulación (parte 1)
Que los discos están caros lo sabe hasta el primo, que no tengo, del pueblo, que tampoco tengo. Absurdamente caros, sí. Pero he descubierto una cosa, tanto visitar ferias tenía que servir para algo: los colecccionables de jazz. Si ya es difícil a veces escuchar a Albert Ayler, o a Sun Ra, o a Art Ensemble of Chicago, ya ni te cuento lo complicado que es encontrar sus discos a un precio razonable. Y en estos coleccionables a veces se cuela alguno de estos nombres, y otros también muy interesantes: Ornette Coleman, Sam Rivers, Steve Lacy, o Sonny Rollins. Son discos que están muy bien, y que no suenan mal, aunque no soy su audiófilo de confianza en esto, que después de años y años escuchando música tengo mal oído para saber si el sonido es un 9’5 o un 7; con que sea más de un 6 me conformo. La trampa de todo esto es que, dependiendo de la colección, las portadas son muy chulas, como las que pongo hoy, pero otras son un horror, y que pondré otro día.
Tradicionalmente estoy más cerca de liderar un grupo armado anti-degradados que a favor, pero en este caso, y sin que sirva de precedente, me gusta. Y mucho. Vale, es una época, y es muy exagerado. Eso me gana. Nada de medias tintas, nunca mejor dicho. El contraste del logo con la, mmm, ¿Franklin? de los nombres de los artistas, me encanta. Esta colección, como habrán adivinado, es italiana, publicada por Fabbri Editori para quioscos a principios de los 80. También editaron música clásica, cantantes melódicos italianos o una de Candy Candy. Ahora pertenecen a Mondadori, como la mitad de las editoriales del mundo que no han sido absorbidas por Penguin Random House. La colección fue diseñada por Ornella Banfi y Roberto Gazzi. En Madrid nunca la vi, pero en Barcelona es fácil de encontrar.
Que sí, que las portadas de Impulse, las de Blue Note, pero yo tengo debilidad por esta colección. Tan sencillas, tan funcionales. Cualidades que tampoco es que valore tanto habitualmente. Pero pienso en Bernard Higton, diseñador de esto y me dan ganas de darle un abrazo por haber resuelto esto también. Me parece una serie super icónica sin pretenderlo, y supongo que por eso me gusta aún más. En este caso no es un coleccionable de quiosco, sino un sello inglés, Affinity, especializado en hacer reediciones a finales de los 70. También editaron alguna cosa de Daevid Allen y de Gong. What the Font no me da resultados muy satisfactorios, así que si algún lector con buen ojo me identifica la fuente, se lo agradeceré.
Un paseo por el sur: don’t mess with Texas
La semana pasada vi seguidas ‘The Last Picture Show’ y ‘Texasville’ de Peter Bogdanovich. Basadas en una estupendérrima novela semiautobiográfica de Larry McMurtry, ambas cuentas la vida en Anarane, un pequeño pueblo que agoniza (y luego resurge) en ese estado gigante que es Texas. La primera es de 1971, pero se desarrolla en 1951, la segunda de, y en, 1990. El mismo escenario, los mismos personajes, los mismos actores: la primera película de Cybill Shepherd, la segunda de Timothy Bottoms, la tercera de Jeff Bridges. 40 años de diferencia entre una y otra. Un poco como el ‘Boyhood’ de Linklater –también rodada en Texas, ¿qué les pasa en este estado con el paso del tiempo?–, pero sin tener nada que ver. Encuentro en Letterboxd dos definiciones muy certeras para ‘The Last Picture Show’: “A feel-bad movie for the ages” y “No Country for Young Men”, en referencia a la película de los hermanos Coen. ‘Texasville’, hasta la semana pasada no la había visto, es diferente, tiene mucho de eso, pero también del Bogdanovich de las comedias de enredo. Tiene ese ritmo raro, esa estructura poco ortodoxa, sin una trama muy definida, que te hace sentir un poco observador de esos personajes que ya conoces. Y esto lo digo como elogio.
Salí del cine, después de dos horas escuchando country, y me acorde de Drive-By Truckers. No son de Texas, sino de Athens, Georgia, pero aquí en Europa metemos todo el sur en el mismo saco, y eran la banda sonora perfecta para volver a casa. El termino Americana, como casi cualquier etiqueta que tiene que ver con la autenticidad, me da un poco de pereza, pero alguna cosa me gusta y hace unos años estuve escuchando mucho a Drive-By Truckers camino del trabajo mientras leía libros de Dirty Works. Habrá grupos mejores o peores, pero me parece que pocos tienen tantas canciones con las que se te pueda llenar la boca para decir eso de temazos. Así que para variar, en vez de hacer una lista de 30 canciones, he decidido compartir una de cinco, que es más manejable: