Recuerdos, sueños y fantasmas
Última newsletter antes del parón veraniego. Popurrí, que es una palabra muy bonita, de recomendaciones, de cosas que me han gustado en las últimas semanas. Unos cuantos nombres propios de lo que viene a continuación: Chuck Senrick, Numero Group, Geraldine Chaplin, Alan Rudolph, Robert Altman, Grateful Dead, Héctor Alterio, Jaime de Armiñán, Ornette Coleman y Don Cherry. Nos vemos, leemos, escuchamos en septiembre.
Un descubrimiento y un sueño
¿Quien es Chuck Senrick? Alguien que está a medio camino entre Shuggie Otis, Arthur Russell, Stephen Merritt y el Laraaji de ‘Vision Songs, Vol. 1’. Alguien, el de la foto de abajo, que lo mismo puede sonar en tugurios de Minneapolis en los 70, que en un desfile de Travis Scott x Dior (!). Alguien en quien nadie pensó durante muchos años. Alguien al que con un piano Fender Rhodes y una caja de ritmos Donca Matic Mini Pops, le bastó para montar unas cuantas canciones. Alguien que grabó, con más voluntad que conocimiento, un disco del que hizo 200 copias que vendió él mismo en conciertos. Alguien que le pidió a su mujer que le dibujara en la portada, con la ciudad de Minneapolis detrás. Alguien que no tuvo suerte, pero que se convirtió en el sueño húmedo de coleccionistas de private press, y de sellos con buen olfato como Numero Group. Alguien que cuando le preguntan por ese disco grabado hace más de 40 años, en 1977, dice: “It still amazes me that people are interested in it”.
Una película de fantasmas: ‘Remember my Name’ de Alan Rudolph
Como puede que ya sepas, lector, me he pasado los últimos meses descubriendo las películas de Carlos Saura de los 70, vamos, las del periodo en que su pareja fue Geraldine Chaplin. ¿Hay algún sitio en el que se hable de hasta qué punto llega su aportación en esta época, al margen de unas actuaciones increíbles y un magnetismo irresistible? Después de meses viendo a Geraldine Chaplin en pueblos de Segovia y Ávila acompañada de Fernando Rey, de José Luis López Vázquez o de Alfredo Mayo, encontrármela en California, con Anthony Perkins, Jeff Goldblum y Dennis Franz, tengo que decir que se me hizo raro.
De Alan Rudolph no he visto prácticamente nada, aunque ‘Bienvenido a Los Ángeles’ ha subido bastante en mi lista de visionados futuros. Llegué a ‘Remember my Name’ como se llega ahora muchas veces a las películas. ¿Por la recomendación de un amigo? No. Por unas capturas en una cuenta, no recuerdo cuál, de Instagram. Con Geraldine Chaplin de por medio ya era fácil llamar mi atención. En realidad me enteré de que estaba producida por Robert Altman cuando me puse a verla.
‘Remember my name’ es un thriller, pero también es una historia de fantasmas. Si algo me cuesta de escribir sobre cine, es contar de qué van las películas, así que copio la sinopsis de Filmaffinity que de tan mínima parece un telegrama: “Una mujer que, recién salida de prisión, busca al marido que la abandonó”. Hay más matices, pero para que se hagan una idea, vale. La película tiene mucho de lo que unos años después sería ‘Atracción Fatal’ pero a un ritmo mucho más pausado y con una tensión más inquietante que terrorífica. Hace más de 30 años que no veo la de Glenn Close y Michael Douglas, pero la recuerdo más como una peli de terror que como el thriller erótico que se supone que es. Probablemente porque no tenía edad para verla.
He disfrutado ‘Remember my name’ por varias razones. 1) Hay algo en la figura del fantasma, sobrenatural o no, que me atrae mucho. Los futuros perdidos, las realidades suspendidas aferradas al pasado. ¿Culpa de Mark Fisher? Puede ser. 2) Los cigarrillos. Hay pocas cosas que deteste más en la vida real que el tabaco, pero ¡lo bien que queda en pantalla! El personaje de Geraldine Chaplin no puede parar de fumar. Enciende un cigarrillo detrás de otro. Cuando se reencuentra con Anthony Perkins después de 12 años y éste le dice que ha dejado de fumar, le parece una traición. Una casi mayor que no haberla esperado. Los ceniceros llenos de esta película me hacen pensar en Elliot Gould, otro fumador infatigable en esa maravilla que es ‘El Largo Adiós’ de Robert Altman, claro. 3) California. En ‘El Largo Adiós’, Los Angeles brilla: la playa, los neones, las colinas, la gente guapa, los gangsters, Schwarzenegger culturista, las vecinas hippies. Aquí es una California suburbial, gris, de clase trabajadora, de mall y día nublado, lejos del imaginario de surfistas y estrellas de cine. 4) Jeff Goldbum hecho un tirillas.
Una obsesión recurrente
Ser fan de Grateful Dead tiene ciertas peculiaridades. Contexto: el grupo de Jerry Garcia animaba al público a que grabara los conciertos, incluso se habilitaba un lugar entre el público para que todos los tapers, así se hacían llamar, colocaran sus cacharros y grabasen a gusto. Por esta razón hay mil conciertos de Grateful Dead circulando en ediciones físicas legales, piratas y por internet.
Por eso, muchos fans nos obsesionamos con un tema (o una secuencia de temas) y los escuchamos en todas las versiones que hay hasta llegar al nirvana, a la locura, o a las quejas de parejas, amigos y vecinos. Así, hay quien tiene su versión favorita de ‘Dark Star’, de ‘Althea’ o de ‘Playing in the Band’. También por esto John Oswald pudo hacer ‘Grayfolded’, pero de esto hablamos otro día. Siempre he sido muy de ‘Dark Star’, pero últimamente me ha dado por la secuencia ‘Scarlet Begonias’ > ‘Fire in the Mountain’. Y, como era previsible, alguien se me ha adelantado, haciéndome un gran favor, y ha recopilado unas cuantas versiones de esta secuencia en esta playlist en la que estoy pasando gran parte del verano:
Otra declaración de amor a la cacharrería analógica
Ya dije que de esto podía haber segunda parte (¿o solo lo pensé?). Puede que haya una tercera o una cuarta. En este caso es solo por una película. El equipo de sonido que tiene Héctor Alterio en ‘El Nido’ (Jaime de Armiñán, 1980) pedía a gritos una captura y aparecer por aquí.
Una foto que me da mucha paz
Siempre me ha gustado esta foto de Ornette Coleman y Don Cherry en el campo. Siempre me ha dado paz, y me parece un sueño estar ahí, una tarde de otoño, con una chaquetita puesta, escuchando a estos dos ahora mismo. En un hilo de Reddit alguien cree que puede ser cerca de la escuela de música de Lennox, en Massachussets. En 1959, Atlantic le pidió a Lee Friedlander hacer fotos para promocionar a sus artistas. Aquí se pueden ver algunas otras de las que hizo. Casi todas son en estudios, en locales, durante conciertos. Menos esta de Ornette Coleman y Don Cherry, y otra de Yusef Lateef, que son al aire libre. Y teniendo en cuenta que Ornette Coleman estaba a punto de acuñar eso del free jazz, me parece que todo fluye muy bien.