Sintonizar es milimétrico
Dos años de El Drugstore, posavasos, Zulueta, el Rewire, Valentina Magaletti y Nikola Jokic, Laurie Spiegel, Other Scenes, Russ Meyer y la playlist de abril
Este boletín cumple hoy dos años. Cuando me registré en Substack y elegí el nombre de El Drugstore no tenía muy claro si haría algo con él. Y si empezaba a enviar esta newsletter ni idea de cuánto duraría, si actualizaría a menudo. ¿Me sentiría cómodo escribiendo con cierta regularidad? Pero aquí sigo, enviando recomendaciones, compartiendo obsesiones y batallitas. Agradecer a todos los que se han suscrito durante este tiempo, a los que abren el email, a los que incluso lo leen. A los que comentan, a los que contribuyen comprando fanzines o con el Ko-Fi.
Voy a comenzar cumpliendo una promesa que había dejado en el aire en la primera newsletter que envié: hablar más de los Drugstores. Muchos se han unido después de esa entrega de presentación y a alguno puede que le interese saber porqué esto se llama como se llama y saber qué o cómo eran los Drugstores originales.
Inaugurados a finales de los 60, a imitación de los que había en Europa o Norteamérica, los Drugstores eran espacios que tenían un poco de todo: podías tomar un batido por la tarde, un perrito caliente por la noche y un combinado por la noche. Comprar un puzzle, un póster, unos pantalones, unos libros o unos discos. En algunos casos podías hasta ir al cine. Unos abrían 12 y otros, 24 horas, con lo cual pueden imaginarse que atraía a gente de todo tipo, condición y horarios. En la gris España predemocrática era algo bastante revolucionario. Había Drugstores en Barcelona, Madrid, Zaragoza, Bilbao, Donosti, Benidorm, Gijón, Marbella o Torremolinos. El de Passeig de Gràcia, el primero en abrir, en 1967, y el de Fuencarral eran de los mismos propietarios. Desconozco los entresijos empresariales y si había alguna relación entre unos y otros. Me interesa. Si saben algo, cuenten, cuenten. No se lo guarden. Otra cosa que se ha perdido es saber bien cómo eran por dentro. Apenas hay fotos, algunas molonísimas como las del Blanco y Negro de arriba de 1968. Lo que sí se conserva, al menos una parte, es la comunicación gráfica de los Drugstores. Gracias a esa memoria a la venta que es Todocoleccion, podemos ver: postales, cajas de cerillas, marcapáginas, posavasos, anuncios o calendarios. Hijo de su tiempo, es un legado gráfico con los ojos puestos en Estados Unidos y en Inglaterra, en el pop art, en Andy Warhol, en Roy Lichtenstein o en Peter Max. Muestra de ello son las ilustraciones para el Drugstore Spectros de Donosti, hechas por un jovencísimo Iván Zulueta recién llegado de Berkeley (California). Es difícil imaginar cómo era estar en un Drugstore, pero siempre nos quedarán los logos, los posavasos donde se apoyaba el cubata o las cerillas que te regalaban para que siguieses fumando como un carretero en un espacio cerrado (vale, quizá no era un sitio tan idílico).
Los Drugstores fueron desapareciendo poco a poco durante los 80. Alguno en Barcelona llegó a los 90, dicen. En Madrid casi todos se convirtieron en Vips, que hasta hace unos años mantuvo, de forma un poco descafeinada, el concepto de aunar en un mismo espacio restauración, libros, discos, revistas y comidas de importación en una época previa a la globalización. En su defensa, los batidos estaban muy buenos, podías leer revistas sin que nadie te llamara la atención y en algunos establecimientos había una jugosísima sección de ofertas y saldos en la que pelearse, literalmente, por publicaciones de Taschen a precio de risa. Pero eso es otra historia.
El fanzinito de abril: Supervixens
Este mes, la película elegida para el fanzine de los 50 años es Supervixens de Russ Meyer. Estrenada el 2 de abril de 1975 en Dallas, Texas. Me podría poner en plan Chester Brown en El playboy y dedicarme a romantizar el alquilar a escondidas un VHS, en el videoclub de barrio que me vio crecer, que desde su caratula prometía aliviar mis efervescentes hormonas de chaval de 16 años. Sin embargo, se lo ahorraré. Además, las películas de Russ Meyer tampoco me parecieron nunca muy adecuadas para los menesteres masturbatorios. En realidad, sus películas, tan descacharradas y tan cartoonescas fueron más una manera sencilla de entrar en la exploitation y en la serie B. Russ Meyer era un habitual de mis lecturas formativas: Popular 1, fanzines como el 2000 Maniacos o el de Subterfuge; puede que hasta en algún Mondo Brutto, aunque no me acuerdo bien. Vuelvo a optar por hacer un fanzinito eminentemente gráfico, pero ya les advierto de que, ¡sorpresa!, no verán una sola teta. La revisión de Supervixens me ha hecho fijarme en otras cosas: sobre todo, en el ritmo y montaje loquísimo que sí recordaba, y en los paisajes, los letreros y los coches que no recordaba. Si la gente compraba el Playboy, la revista, no el cómic de Chester Brown, por los artículos, yo les he hecho un fanzine de Russ Meyer por el desierto, las carreteras y los cactus. Si quieren ver tetas, pues ya saben dónde encontrarlas. Además, con qué cara iba ir yo a mi copista de referencia para imprimir un fanzinito lleno de pechos gigantescos.
Aprovecho para recomendar la cuenta de Instagram de magazinelettering, que recopila tipografías sacadas de revistas, discos, carteles, fanzines, etcétera, y que hace poco hizo una entrada dedicada a las películas de Russ Meyer.
Agradecer una vez más a los que durante estos dos años han apoyado este boletín, a los que han hecho su pequeña aportación a esta newsletter a través del Ko-fi, y también a los que habéis comprado alguno de los fanzines de El Drugstore. En el siguiente enlace pueden mostrar su apoyo en forma de café y euros a esta newsletter. También pueden comprar aquí los fanzines:
Las camisetas del Rewire
Fuimos al Rewire por segundo año consecutivo. Hace algo más de 365 días, me flipé muchísimo y escribí esto sobre el festival de música experimental, por usar una etiqueta simplificadora, que se hace en La Haya. Con esta edición creo que no haré una reseña tan elogiosa, lo más probable es que no hable casi de conciertos sino que me salga por la tangente. Este año no fue tan espectacular como el pasado por un problema de aforo. Demasiada gente, demasiadas colas, demasiada incertidumbre por saber si entrarías en tal o cual sala. Se notó más en unos momentos que en otros y, por suerte o previsión, apenas nos perdimos dos o tres cosas que queríamos ver, pero otros conocidos y amigos tuvieron peor suerte. Eso no quita que haya habido grandes conciertos, que los emplazamientos sigan siendo espectaculares, el cartel notable y la distancia entre recintos manejable. Si me preguntan, diría que mis actuaciones favoritas fueron las de: Holy Tongue con Shackleton, Kali Malone, Nick Dunston, Alvin Curran y SML. Y si no estoy aquí a hablar de los conciertos, ¿a qué he venido? Pues por petición popular, de dos personas por lo menos, les vengo a hablar de camisetas de grupos. ¿Otra vez? Hasta que el INE no me contrate para hacer estadísticas de las bandas que le gusta llevar a la gente en la pechera no pararé. ¿Qué se viste en un festival de música muy especializada? De nicho, que se dice ahora. El tema de las zapatillas de trekking y las Salomon lo podríamos hablar otro día, pero es un tema ya bastante manido. No hay grandes sorpresas, pero el solo hecho de haber estado cuatro días sin ver ninguna de 2Pac y Pink Floyd ya me alegra, por eso de la variedad. Les he hecho un gráfico, para que no se pierdan y para que los del INE me den algún punto extra.
MVP de la regular season: Valentina Magaletti
Durante el pasado mes, vi a Valentina Magaletti tocar la batería con Moin y con Holy Tongue. El de los segundos, con Shackleton, fue mi concierto favorito del Rewire de este año, y su disco estuvo entre los que más escuché del anterior. La última semana sacó un par de canciones nuevas de Moin, una con Sophia Al-Maria, con la que ya colaboraba en You Never End, y un EP con Fanny Chiarello. Este último se llama Gym Douce, son 7 canciones en 11 minutos. 7 miniaturas, la más larga dura 2:28, de percusión, voz y samplers para escuchar en loop. En febrero también salieron un par de canciones de Holy Tongue, que casi me olvido. La amiga Magaletti tiene tantos proyectos que a veces es difícil seguirle la pista, pero si hay alguien a quien estar atento en los últimos años es a ella. Si se me permite continuar con la comparación deportiva, y para mi el deporte empieza y acaba en la NBA, Valentina Magaletti es la Nikola Jokic de la música experimental. Gran visión de juego, sabe de dónde viene y tiene claro que va a hacia algo nuevo; inteligente, versátil, generosa en las asistencias y colaboraciones. Hasta se podría decir que promedia un triple doble de lanzamientos, como el serbio de puntos, rebotes y asistencias.
Otras voces, otras escenas, otros papeles
Cada vez que alguien libera una colección de revistas, digamos, contraculturales, el buen Internet se hace un poco más fuerte. El lector habitual ya sabe que si esto ocurre, corro raudo y veloz a compartir el descubrimiento. En esta ocasión me he encontrado con Other Scenes, el periódico underground creado por John Wilcock en 1966. Ethan Persoff, que lleva la web y tiene un cómic sobre Wilcock, ha incluido y puesto a nuestra disposición en PDF todo el catálogo de Other Scenes desde 1966 hasta 1977. MC5, las Panteras Negras, Hunter S. Thompson, los Diggers, discordianismo, Silver Apples… ¿Qué más quieren?
Noticias breves: Resurrecciones, ficciones y muertes
Aparte del de este boletín, esta semana hubo otro aniversario. El 22 de abril hizo 52 años que Robert Maitland se quedo en su coche atrapado en La isla de cemento, la novela de J.G. Ballard.
Me cuesta la vida seguir series. He visto cuatro episodios de Severance, por eso del zeitgeist y entender los memes, y ya se me ha hecho bola. Me siento como Úrsula. Una vez más. Todos somos Úrsula en algún momento. Lee Úrsula, de Sergi Puyol (Apa Apa, 2025). Es mejor que ver series.
Domingo de resurrección 1: Alvin Lucier puede que esté eternamente sentado en una habitación. El músico, que murió en 2021, se ha pasado el juego y el debate de la inteligencia artificial. Antes de morir, donó sus células sanguíneas para cultivar unos organoides –sí, he dicho organoides– cerebrales que generan señales eléctricas capaces de crear una composición sonora. El proyecto se llama Revivification. No sé si lo entiendo bien, pero me encantaría poder interactuar con el minicerebro de Alvin Lucier ahora que está en un… plato. Siempre pensé que sobreviviríamos con la cabeza dentro de un tarro como en Futurama, pero esto es más como un Telesketch con dibujos de Oskar Fischinger. El caso es que de una manera u otra, Alvin Lucier sigue, en una habitación, haciendo música después de muerto. Y lo que le queda. Como puede que les haya confundido más que otra cosa, en este enlace tienen más información. Y aquí tambien.
Al hilo del esto, de las IAs, recomiendo muchísimo Último baño de Manuel Moreno, editado por Libros Walden. ¿Una novela?, ¿una crónica?, ¿un ensayo? que se lee en un suspiro y que plantea un montón de preguntas interesantes. Cuenta la historia de Las Nenas, el grupo creado con IA que salió en las noticias hace unos meses, jugando con puntos de vistas, difuminando las fronteras entre realidad, mito y ficción. Y además, homenajea a la mítica colección Los Juglares, de Ediciones Júcar. No quiero contar más porque creo que es mejor llegar sabiendo poco o nada. Pero si lo leen, parlem-ne!
Domingo de resurrección 2: han subido el archivo del Focoforo a archive.org. ¿Era un cadáver que era mejor no desenterrar? Quién sabe, si hay alguna maldición asociada a esto ya lo veremos. Por el momento, es un viaje a un momento de la Internet muy determinado, a un lugar donde me reí mucho, donde nunca dije nada, donde aprendí muchas cosas. Entre ellas lo que era un lurker y que era una figura con la que me identificaba entonces y ahora plenamente. Si echaban de menos un hilo que alguien publicó hace más de 10 años sobre Fringe, están de enhorabuena.
Murió Michael Hurley. Tenía más años que un bosque, una buena cantidad de discos estupendos, unas portadas preciosas dibujadas por él mismo y un montón de cómics. Byron Coley escribió hace años esto en Arthur Magazine.
El estudio de Laurie Spiegel
Si les gusta el minimalismo y las casas que parecen un hotel, el estudio de Laurie Spiegel les parecerá una pesadilla. Pero cada vez que me cruzo con una foto de la compositora electrónica estadounidense tomándose un café, rodeada de cachivaches, libros, instrumentos y papeles, me da una paz tremenda, unas ganas de teletransportarme a su loft de Nueva York para curiosear por sus estanterías.
La culpa de todo la tiene… el indie rock
Ahora que la etiqueta indie no tiene ni pies ni cabeza, y que cada vez que la leo en un titular me da vergüenza ajena –no, no voy a enlazar ninguno–, voy a aprovechar para culparla retroactivamente de mi mala postura y de mi problemas en los pies. ¡Malditas Converse, malditas Vans! La culpa no fue de pasar 8 horas al día delante del ordenador, fue de J Mascis. En este dibujo, compartido por Stephen Pastel (de The Pastels, claro), solo cambiaría a Guided by Voices por Sebadoh. Por lo demás, real como la vida misma. I feel the pain of everyone…
Feliz cumpleaños Drugstore, larga vida
¡Feliz segundo cumpleaños! Aquí otro fan de Último baño. Lo he devorado y disfrutado enormemente. Una metaficción ensayística maravillosa, superbien pensada, planteada y desarrollada. Y de todas las puertas que abre, la de la capacidad de los medios para tergiversar la realidad y ajustarla al relato que les interesa me ha parecido muy interesante.