Las películas de abril
En la newsletter de la semana pasada tocó la playlist de canciones y en ésta la de películas vistas en abril.
‘Peppermint Frappe' de Carlos Saura probablemente sea la película que más me ha gustado este mes. Como ya conté por otros medios (vamos, por Instagram), de Saura apenas había visto ‘Cria Cuervos’ y alguna de los 80. Así que aquí estoy, dosificando sus películas de los 70. Una al mes, para seguir teniendo la sensación de que aún me quedan unas cuantas por ver.
‘Coma’ es un thriller setentero, puede que mi género favorito, del que me sonaba el nombre y poco más. Está dirigida por Michael Crichton y protagonizada por Geneviève Bujold y Michael Douglas, y mola mucho. Hasta ahí mi crítica sesuda. Si quería comentar algo de ‘Coma’ es el edificio central de la película, un precioso mazacote brutalista, situado en Lexington, Massachusetts. Me chiva desde el otro lado del Atlántico, alguien que trabajó allí, que eso son ahora las oficinas de Saucony, los de las zapatillas, y que mientras se filmaba ‘Coma’ eran las oficinas de Xerox. No sé si iría yo a trabajar muy tranquilo entrando en la sala donde… no voy a hacer spoilers aunque sea una película de hace 45 años.
Rodada en Londres, el año del punk, 1977, en ‘The Haunting of Julia’ es más fácil sentir los fantasmas de la pérfida Albión y los coqueteos con el ocultismo de Led Zeppelin o Black Sabbath que la rabia y los rastros de carmín de Malcolm McLaren o Johnny Rotten. Ya recomendé esta película en la primera newsletter, y si vuelvo a hablar de ella es para hacer una comparación de opuestos que me he sacado de la manga. La casa inglesa –vieja, húmeda, moqueta por dentro, hiedra por fuera, desmedidamente grande para una sola persona, llena de fantasmas propios y ajenos–, que compra Mia Farrow cuando muere su hija y huye de su marido; contra el edificio de líneas rectas, funcionales, hormigón gris de ‘Coma’ que detrás de una apariencia moderna esconde lo que esconde (no spoilers). Los fantasmas del viejo mundo contra la asepsia de la gran corporación que conspira en la sombra del nuevo.
Y ahora una de inventarme sincronías: El color rojo transformador de ‘Performance’ y el de ‘Infinity Pool’. En la primera, James Fox huye de sus jefes, que son más jodidos que los tuyos porque son la mafia, y para camuflarse decide echarse unos cuantos litros de pintura roja encima como si él mismo fuera una portada de Unsane (lo de Unsane se decía que era sangre real de un matadero donde trabajaba uno de ellos). En la segunda, dirigida por Brandon Cronenberg, hijísimo de ya sabes quién, Alexander Skarsgård se transforma en un ultracuerpo de sí mismo (y no digo más, que es una película sin estrenar), en un baño, reparador por fuera pero no por dentro, de un denso líquido rojo. Si has tenido una educación religiosa en este país laico, lo del poder transformador de la sangre de Cristo te lo sabes, y si has visto películas de la Hammer o de Jean Rollin (más abajo, aunque en el fotograma más bien se están haciendo analíticas en tetas con unas capuchas) lo de los rituales con sangre también sabes por dónde va. Y para completar la página, la mascarada de Renaud Verley en ‘La campana del infierno’, más vengativa que transformadora.
Sesión doble de fantaterror: Vampiresa mujer (y otras criaturas) desnudas y disfrazadas en la de Jean Rollin. Aldeas gallegas, hombres lobo y un estupendo, de nuevo, José Luis López Vázquez en la de Pedro Olea.
A Brian de Palma le tenía más visto que a Saura, pero me pasa igual. Lo voy dosificando para tener algo siempre pendiente suyo. Con Robert Altman estoy en las mismas. Ya que estamos con la cosa arquitectónica hoy, tres construcciones que me han encantado de ‘Doble Cuerpo’: la casa OVNI donde se desarrolla gran parte de la película, los apartamentos de la playa escalonados, y el puesto de perritos calientes con forma de, sí, perrito caliente del principio son sublimes. La casa con forma de platillo volante es absolutamente increíble. Su nombre oficial es Chemosphere House, y se encuentra en lo alto de Mullholland Drive, en Los Angeles. Fue diseñada en 1960 por el arquitecto John Lautner, que fue alumno de otro favorito de esta casa/newsletter: Frank Lloyd Wright. Ahora mismo el dueño es Benedikt Taschen, sí, el editor de esos libros que antes compraba uno en el Vips cuando tenían tienda (quizá esto solo ocurría en Madrid. Por cierto, en los 80 muchos de los Drugstores, ver primera newsletter, se convirtieron en Vips. Pero eso es otra historia para otro momento). La casa sale no solo en la película de Brian de Palma, sino también en episodios de ‘Los Ángeles de Charlie’, en ‘Tomorrowland’ y, como no podía ser de otra manera, en ‘Los Simpson’.
Umbrales metafóricos, umbrales futuros cada vez más presentes, umbrales pequeños y táctiles. A Spielberg ya lo conocen, le vieron disfrazado de sí mismo, escondido detrás de Springsteen y Obama hace unas semanas en Barcelona. De ‘Inmotep’ ya dije algo en la newsletter y no me atrevo a articular nada más. Y de Elena Duque me da vergüenza hablar porque es amiga desde hace más de (¡boom!) veinte años. No soy nada objetivo, pero sus películas, diminutas, cochambrosas, a veces divertidas, a veces crípticas, siempre hermosas, creo que me gustarían aunque no nos conociéramos desde hace tanto. Y si no se fían de mi, miren qué bonico es esto:
Un clásico que nunca había visto en cine, ‘La Cosa’; una curiosidad, ‘The Kid Stays in the Picture’, y otra película conjuro de Kenneth Anger. Ésta última tan bien como era de esperar, salvo que me colaron una versión con música de Larsen, que no pega mucho, en vez de la banda sonora original de Mick Jagger.