2Pac y sus chaquetillas
Comercios vetustos, camisetas de grandes almacenes, libretas, Jill Goldston y los extras, Dennis Cooper y el LSD, misantropía en el cine y Jonas Mekas hablando de Britney Spears
2Pac y sus chaquetillas. Vale, puede que haya llamado su atención con eso. Ahora les advierto de que esta primera parte la estoy escribiendo sin plan previo. Nadie al volante. El título más apropiado habría sido 2Pac y las camisetas del Bershka, pero por alguna razón me he acordado de José Luis y sus chaquetillas, tienda de ropa de trabajo con uno de los mejores nombres que hay en Madrid. Abro paréntesis. Fundada en 1954 por José Luis López Sánchez en la calle Olivar en Lavapiés, en 2003 se movió no muy lejos, a la calle Ave María. En 1987 pasa a ser dirigida por sus hijos, cuenta su web –www.chaquetillas.com, sí, ese es el dominio, ¿no es maravilloso?–. Hablo de memoria porque hace tiempo que no paso, y espero que siga abierto. Pero recuerdo el local, en el que nunca entré, como un pequeño viaje al pasado, un resquicio de un Madrid que decía adiós y que ahora cuesta imaginar aún más con la distancia. Sin el encanto de ser un local demasiado antiguo, pero sin aparentar ser moderno. La web es otro viaje, a los albores de Internet, cuando todos éramos más inocentes, y que recomiendo ver mientras se escucha a James Ferraro, al primer Oneohtrix Point Never, o cualquier recopilación de vaporwave que encuentren en YouTube. Y, en esta cadena de recomendaciones, si les interesa el vaporwave, no puedo dejar de nombrar ‘Un cadáver balbuceante: El Vaporwave y los fantasmas electrónicos’ (Holobionte, 2022) de Grafton Tanner, incluso si no les interesa el vaporwave, ni los libros sobre música, también les puede gustar. En esta casa somos muy fans de Grafton Tanner y contamos los días para la publicación de ‘Porsiemprismo’ en noviembre por parte de Caja Negra. Cierro paréntesis.
Me estoy desviando mucho, ya lo advertí. En realidad yo venía a hablar, no de mi libro, pero sí de una libreta que hice. Hace un par de años, cuando no tenía esta newsletter para contar mis neuras, pasé el verano apuntando las camisetas de grupos que llevaba la gente en las calles de Barcelona. ¿Y para esto le pagamos una carrera?, se estarán preguntando mis padres. En mi defensa decir que en mi época nadie hacia masters y la universidad pública era realmente barata. Otro bandazo. Volvamos. Esa libreta nació de una cosa en la que me fijé y que me obsesionaba en ese momento pospandémico. Todos los chavales llevaban camisetas de 2Pac. Eso ya ha pasado, ya no ocurre. A los niños ya no les compran camisetas de 2Pac. Ahora van todos de negro integral con Air Force 1 blanquísimas, como siniestros pero deportivos. Con ese peinado que es un poco Echo and the Bunnymen, pero a mí me hace pensar que llevan una comadreja en la cabeza. Vale, ya. Alguna camiseta se ve, alguna de años anteriores. Alguna con el cuello un poco arrugado de los lavados, un poco parda, que va perdiendo color. El color negro. Esto no lo apunté nunca, pero el 90% eran negras. Las blancas de temporadas anteriores no habrán sobrevivido, tendrán cercos amarillos en cuello y axilas –la suma de verano barcelonés con la efervescencia hormonal adolescente es una combinación letal–, y ahora casi seguro sean trapos o estén en el vertedero de Sao Paulo, que como me recordaban en los comentarios de la newsletter pasada, “no es una metáfora, sino un vertedero que tienen en Sao Paulo”. Casi seguro se podría hacer un vídeo como el de Charli XCX y Billie Ellish con camisetas de 2Pac en vez de con bragas. Yo después de esta comparación: clic. La razón, tanto de verlas hace dos años, como de que no hayan sobrevivido al ritmo de lavados que requiere la prenda de una adolescente, es la misma y es sencilla, no ha habido que unir muchos puntos: el fast fashion. En esos días creo haber entrado en Bershka, en H&M, y en Pull & Bear y encontrarme el jeto de 2Pac en varios burros. Seguro que había en más tiendas. Aunque alguna vez me han explicado cómo va esto de las licencias en la industria textil, sigo sin entenderlo del todo.
Nunca le he prestado mucha atención a 2Pac. Supongo que por eso el fenómeno me sorprendió tanto. Y sigue asombrándome que sea la cara más visible del hip-hop a nivel mainstream en 2024. Bueno, con los juegos olímpicos quizá Snoop Dog lo sea más. ¿No deberían serlo Wu-Tang Clan o Public Enemy? ¿Kanye West? ¿El beef de Drake y Kendrick ha trascendido tanto? Puede que un porcentaje alto de esos chavales no supiera ni quién era 2Pac. Quiero pensar que alguno lo escuchó después de comprar la camiseta, y eso le ha llevado a más hip hop de los 90, a Public Enemy, Wu-Tang Clan, Nas, Mobb Deep, o MF Doom. Todo fue gracias al Bershka dirán los raperos españoles de un futuro no muy lejano. En cambio no quiero pensar en el diagnóstico rápido y puede que el único real. El de la nostalgia, y el de ‘si mis colegas tienen esa camiseta yo también’. Tan de ser adolescente.
Todo esto para decir que echo de menos ver camisetas de 2Pac por la calle. Una vez que han desaparecido estas, se han reducido también las de otros grupos. Este verano haber hecho esa libreta habría sido aburridísimo. Se ve a alguno de más de cuarenta con una de AC/DC, Guns N’ Roses, Pink Floyd o Metallica. Sección dinosaurios. Y no será que las marcas no lo han intentado. Una visita fugaz a una de estas cadenas te trae a The Cure, Joy Division o Nirvana. Dinosaurios, pero más cool. También cosas más desconcertantes como una rosa del ‘Badmotorfinger’ de Soundgarden, o una sudadera indescriptiblemente fea de Smashing Pumpkins. Aunque hace poco vi a una persona con una camiseta de Suburban Lawns junto a la biblioteca de Camp de l’Arpa, echo de menos alguna cosa más original allá afuera. Cuando hice esta libreta me crucé con alguna de Huggy Bear, Einstürzende Neubauten, Grace Jones, Big Boys o Gang of Four. Supongo que la reivindicación de tu grupo favorito y la búsqueda de identificación grupal –y sí, el molar(te)–, es algo que también ha perdido importancia porque hay otros medios para ello. Los que nos llenaban de optimismo cuando los hijos de José Luis López Sánchez compraron el dominio www.chaquetillas.com, que son los mismos que ahora nos tienen enganchados.
Gracias de nuevo a los que han hecho su pequeña aportación a esta newsletter a través del Ko-fi. Y también a los que habéis comprado el fanzine de El Drugstore. Si alguno quiere seguir financiando los cuadernos donde recopilar estas observaciones de escasa utilidad aquí tienen el enlace para apoyar a esta newsletter:
Todos somos NPCs
‘Jill, uncredited’ es un cortometraje de Anthony Ing de 18 minutos. ¿Me ha entusiasmado, formalmente me ha gustado, veo un futuro gran director? No, no y no. En realidad los fragmentos a cámara lenta y la música son un poco enervantes. Pero eso da igual, es lo de menos. La idea es lo que me chifla. ‘Jill, uncredited’ es un recorta y pega de un montón de películas en las que en un breve momento, en un segundo o tercer plano, en una escena con frase o sin nada que decir, aparece Jill Goldston. Si fuera un videojuego, Jill Goldston sería un NPC (non playable character) que se repite en múltiples escenarios, a lo largo de muchos años y diferentes juegos. Jill Goldston aparece en 1.951 películas entre cine y televisión, lo cual le hace estar en el libro Guinness de los récords. Algunas de ellas famosísimas, de las que muchos habrán visto: ‘Aliens’, ‘El hombre elefante’, ‘La pequeña tienda de los horrores’, ‘Frenesí’, ‘Mr Bean’, ‘Victor o Victoria’ o varias de Superman y Supergirl. Eso significa que nos hemos cruzado muchas veces con Jill Goldston. Nunca nos hemos dado cuenta de ella, pero tiene una cara que nos es familiar. Siempre ha estado allí. Empezó muy joven, en los 60, y estuvo en activo hasta 2006. Sin saberlo, la hemos visto envejecer. De adolescente a abuela.
Cuenta Anthony Ing que tenía la intención de hacer algo a propósito de uno de esos figurantes que son imprescindibles, pero que no valoramos, que damos por hecho, que simplemente están allí. Y al parecer llegó a Jill por un foro de fans de películas inglesas que se dedicaban a identificar actores secundarios y extras –hay veces que aún se puede confiar en Internet–. Una presencia un poco fantasmal, presente pero apenas perceptible. Muchos son actores con ganas de triunfar, otros contentos en su lugar como la propia Jill Goldston, finalmente convertida en figura de culto. Encuentro esta declaración de Jill Goldston que, en este mundo preocupadísimo por el éxito y la fama como únicas varas de medir, me simpatiza muchísimo:
“I never wanted to be a star. So I had all of the excitement without any of the responsibility”.
‘Jill, uncredited’ está en Mubi.
Turn on, tune in, drop out (el titular sobre LSD más original de la historia)
Tenía bastante olvidado a Dennis Cooper. Puede que fuera una de las lecturas más radicales y, sobre todo, salvajes de mi adolescencia y juventud. Hace años que no leo nada suyo, ni reciente, ni antiguo. No sé cómo habrá envejecido, puede que no demasiado bien. Tiene una obra con la coreógrafa Gisèle Vienne, ‘Jerk’, que no he visto y me produce curiosidad. En lo que sí caigo de vez en cuando es en su blog donde hay bastante cosa que rascar. Me ha gustado está entrada que comparto –y de la que robo un montón de gifs– sobre películas en las que se ha simulado (o no) tomar LSD. Las escenas de drogas y alucinaciones, como las de sueños, son siempre polémicas. Hay quien las detesta. Hay quien ha hecho su carrera en torno a ellas. Como persona que le asusta perder el control, la música y estos interludios han sido mi mayor contacto con la psicodelia, y por tanto, tengo debilidad por ello cuando ocurre en una película.
Está Jodorowsky, está Kenneth Anger, ‘Performance’ de Nicolas Roeg, Jack Nicholson y Dean Stockwell en ‘Psych Out’, Dennis Hopper, ‘El planeta salvaje’, ‘Zardoz’… Todo lo bueno. Hasta los Beatles caen menos mal. Y además debajo de los gifs viene explicado su origen.
Otra cosa buena de caer en el blog de Dennis Cooper es que eso significa que me voy a pasar esa tarde escuchando a Hüsker Dü, a Sugar o a Nova Mob. En mi cabeza siempre estarán unidos. Y aprovecho esta dinámica mental para abrir la puerta a la nostalgia y reivindicar la primera canción del primer disco de Grant Hart como Nova Mob y que me sigue recontraflipando.
Amar y odiar las salas de cine a la vez
Ya he hablado por aquí alguna vez de Nathan Gelgud, y creo que he compartido alguna viñeta suya. Me gustan tanto sus viñetas y sus dibujos sobre cine y baloncesto que me dan ganas de copiarle. En septiembre empezó a pulicar ‘Reel Politik’, una tira diaria en Instagram con reflexiones sobre el cine, y la exhibición en salas hoy día. Como persona que disfruta muchísimo de ir al cine, pero al mismo tiempo desata su misantropía contra los que hablan, miran el móvil o hacen fotos de la pantalla grande con su pantalla pequeña, estas tiras me hacen sentir menos solo.

Jonas Mekas on Britney shaving her head
Esto es una pequeña coda a una canción de la playlist que compartí en la anterior newsletter. Si han llegado al final de la lista, se habrán encontrado a la artista uruguaya Lila Tirando a Violeta sampleando una conversación de Jonas Mekas, donde habla del momento en que Britney Spears se rapó la cabeza. Yo no conocía el video hasta que escuché la canción. Por si alguno quiere verlo.